2010/07/18

La "roja" y los "rojos"


Por Xabi Lasa
Por causas ajenas a mi voluntad estuve el 12 de julio en Madrid. Por causa voluntaria me acerqué esa tarde a la Gran Vía a contemplar un acontecimiento que se me antoja difícil vuelva a repetirse. He de reconocer que mereció la pena. Cientos (seguramente miles pero uno tiende a la moderación) de rojigualdas ondeaban al viento desde inverosímiles mástiles en calle, acera y balcones, telas del mismo color adornaban caderas, espaldas y otras partes anatómicas de la grey –en su mayoría joven- congregada al evento. Quien como yo no vestía elástica bermellón y no saltaba expectante ávido de autobús en lontananza, no podía menos que sentirse extraño. En unos minutos iba a pasar “la roja”. Y por si algún confundido entiende que la tal “roja” pudiera ser alguna heredera política de “Pasionaria” o piensa que las camisolas pertenecían a huestes marxistas de hoz y martillo, habrá que aclararle que de eso nada. La tal “roja” era la selección española de fútbol y en el descapotado autobús no viajaba ninguna líder del PCE o similar sino un grupo de futbolistas haciendo “adiós” con la mano, saltando y –no todos pero algunos sí- dándole al jarro sin pudor; que para eso traían la “copa del mundo”. También hay que recordar que al final del trayecto no se esperaba ningún mitin de arenga a las masas; aunque arengarse, siquiera un poco, sí que hicieron, pero no al son de la “internacional” sino al de “camarero, una de mero...”. Como en toda turba enaltecida el espectáculo era divertido y nada había que temer, así que estuve un buen rato observando, hasta que mis compañeros me llevaron a ver un musical, de esos que a Pamplona no traen nunca y hay que aprovechar para una vez que vas a Madrid. De todas formas, con lo observado fue suficiente para satisfacer mi curiosidad y también para conocer todo lo ocurrido ya que el guión no daba para mucho más. Me quedé con ganas de escuchar el zumbido de las vuvuzelas en enjambre (será que aún no han trabajado el merchandising), en su lugar me conformé con ese original cántico, esa virtuosidad sin par que dice “yo soy español, español, español...” acompañado con melodía de bombo manolero. Conclusión: “viva er furbo y viva eggpaña”. Luego me han dicho que en Iruñea han querido hacer lo mismo mezclando mundial y sanfermines, y que además les ha salido medio bien... c’est la vie. Eso sí, como en adelante algún derechoso me llame nacionalista me va a oír.
Al día siguiente, martes 13 para más señas, visité la Audiencia Nacional. En este caso no iba de observador sino de testigo (que es parecido pero no es lo mismo). Tras conocer lo que hasta hace poco era el lugar de currelo de Garzón, entré en la sala. Hablaban de ley pero mi diccionario interno, lo mismo que la tarde anterior con fútbol, me traducía siempre “España”. Tres concejales compañeros de Ayuntamiento se sentaban en el banquillo por hacer algo parecido a lo que han hecho estos sanfermines en Iruñea con el txupinazo. No hubo color, bueno sí, también rojo, el de los forales que presentaron un informe sobre los hechos –en realidad un relato de ficción- de lo que [no] pasó en el cohete de fiestas de mi pueblo el año pasado. Roja se les debió quedar la cara a los susodichos ante las contradicciones de su informe que tuvieron que asumir y les dejó en evidencia. “No haga valoraciones, conteste sí o no” les ordenó el juez en más de una ocasión. Es lo que tiene cuando se utiliza una cosa para lo que no es, en este caso un cuerpo de policía para hacer novelas. El fiscal y los “pimientos” perdieron por goleada, eso en el juicio; ahora queda por ver qué dice el arbitro cuando dicte sentencia, que con eso de que no utilizan medios tecnológicos te pueden colar cualquier gol fantasma, ya hemos visto en Sudáfrica.
Horas más tarde, cuando el Alvia nos devolvía a casa anochecía. El crepúsculo mostraba una espléndida gama de colores, estos sí auténticos. Me venía a la cabeza que a la izquierda le quieren robar el rojo. Primero nos roban las palabras, como libertad o democracia, ahora el color. Es lo que tiene la derecha que cuando le gusta algo lo coge y ya está, luego lo utiliza, lo desgasta y lo tira. También pensaba en qué mal lo tenemos que estar haciendo para que juntándose tanta gente a celebrar lo del fútbol reunamos tan poca para celebrar el 1º de mayo, por ejemplo. Y me dolía que una policía roja por fuera sea más de lo mismo por dentro y gaste su tiempo, recursos y esfuerzo en satisfacer los intereses de los que mandan en lugar de servir a los que debe. Y mientras, al mirar por la ventanilla, me vino aquello de “el cielo está rojo, mañana hará buen tiempo” que oíamos de críos, aunque no entendíamos. Seguramente tendremos que cambiar la forma y quizá también los colores pero estoy convencido de que mañana hará buen tiempo, lo dice el rojo crepuscular, que acierta más que el pulpo Paul.

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