El pasado jueves Diario de Navarra publicó el artículo que transcribimos a continuación escrito por el psicólogo clínico Iosu Cabodevilla, que fue durante muchos años el responsable de atención psicológica de la unidad de cuidados paliativos de la Clínica San Juan de Dios. Es sin duda una de las reflexiones más autorizadas y cabales que se han oído sobre la "polémica" de la instalación de un velatorio en Berriozar.
“¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”, Gustavo Adolfo Bécquer. La palabra tanatorio proviene del griego thánatos, que significa muerte. En la mitología griega Thánatos era la personificación de la muerte no violenta. Los antiguos griegos diferenciaban la muerte violenta de la no violenta, y Thánatos era un joven alado y barbudo, hijo de la noche Nix, que regalaba el descanso de la muerte con un suave toque, como su hermano gemelo Hipnos, el sueño, que anulaba cada noche a los mortales en un intento de imitar a su hermano Thánatos. La muerte violenta era trabajo de sus hermanas las Keres, amantes de la sangre, que sobrevolaban los campos de batalla.
Un tanatorio es un establecimiento funerario habilitado para el velatorio de difuntos. Los tanatorios generalmente ofrecen una serie de servicios asociados tales como la venta de féretros, lápidas y coronas, asesoría jurídica, asistencia psicológica, cremación, transporte del difunto y tanatopraxia, que se refiere al conjunto de prácticas que se realizan sobre el cadáver desarrollando y aplicando métodos tanto para su higienización, conservación, restauración y cuidado estético del cadáver.
El tanatorio supuso la reconversión del sector fúnebre en respuesta a las necesidades de una sociedad en continua evolución.
La Tanatología, cuya raíz etimológica es la misma, es una disciplina con múltiples facetas y capos de análisis. Entre ellos los diversos modelos culturales y personales del morir, las creencias y rituales y demás aspectos sociales que configuran en cada civilización una cultura sobre la muerte. Sin embargo el principal fin de la tanatología del que nos hacemos eco, es el de desmitificar la muerte y el morir aprendiendo a convivir con ella. En este sentido participamos de la opinión de educar para la vida y la muerte a niños y niñas, adolescentes y adultos para que partiendo del conocimiento personal, cultural, social y a la luz de la ciencia podamos todos no solo vivir sino también morir con dignidad.
Recientemente hemos sabido que un grupo de vecinos de Berriozar se oponen a que se instale un tanatorio en una calle céntrica de la localidad. Argumentan, para desestimar esta iniciativa, que es la calle más céntrica del pueblo, una de las más bonitas con zonas ajardinadas, cerquita de una parada de transporte escolar, acera ancha donde los padres, niños y abuelas disfrutan a la sombra de los árboles cuando hace buen tiempo, y añades que la entrada al tanatorio sería por donde hay un parque infantil, con lo que todos esos niños que están en el parque van a tener que ver como algo cotidiano el dolor y el sufrimiento de las personas que acaban de perder a sus seres queridos. Estos vecinos agrupados en una plataforma contra la apertura del tanatorio en ese lugar estiman que la mortalidad en Berriozar no es tan elevada y sospechan que quizás se puedan beneficiar otros pueblos cercanos, pero sobre todo hacen hincapié en el lugar donde la empresa ha elegido desarrollar esta actividad.
Ciertamente vivimos un época que ha enmudecido frente a la muerte, una época en la que la muerte no es bien aceptada. Por eso, quizás ésta es más aterradora que antes, porque la civilización actual trata de ocultarla.
Entiendo a estos vecinos de Berriozar que hablar de la muerte en nuestra cultura no es nada fácil, y que quizás ese tanatorio sería un claro recordatorio de que la muerte está presente, mientras que si lo alejan a lugares más discretos, los seres humanos seguiremos muriendo, como no podía ser de otra manera, aunque quizás menos preparados para ello, puesto que esta realidad la habremos relegado un poquito de nuestras vidas, unos centenares de metros. No obstante, creo que si se abriera en ese emplazamiento, sería una extraordinaria oportunidad para incorporar la muerte a la vida como un elemento constitutivo de la misma, que facilitaría vivirla como una parte, una etapa, un momento particular de la misma. Qué bueno que haya un parque infantil cerca y posibilite que esos futuros adultos puedan afrontarla sanamente, qué bueno que paseen ancianos y padres y madres. Qué posibilidades se abre a Berriozar, y quizás a los pueblos cercanos para avanzar en esta tarea de integrar este tema central de la existencia humana.
Ojalá nuestra sociedad vaya incorporando esta realidad, y el último adiós lo podamos hacer en el lugar más céntrico, ya no sólo de nuestros pueblos y ciudades rodeados de vida, de jardines, de niños que juegan a ser niños, de padres y madres que pasean, de personas mayores que se sientan a la sombra en una tarde soleada, sino también y sobre todo, que lo coloquemos en el centro de nuestros corazones. Y termino con unas palabras de Séneca con las que nos aleccionaba “aquel que tú crees que ha muerto, no ha hecho más que adelantarse en el camino”.
Iosu Cabodevilla Eraso es psicólogo clínico y especialista en cuidados paleativos